jueves, 31 de agosto de 2017

EL TERCER EJÉRCITO, DESAFÍOS DEL EJÉRCITO SALVADOREÑO EN LA POST GUERRA


Una interesante y provocadora obra sobre el ejército salvadoreño en la inmediata post guerra y su posible futuro desde el punto de vista sociológico del que difiero por centrar mi análisis más en los aspectos puramente militares y políticos que los de la sociología para explicar los cambios por los cuales a atravezado el ejército salvadoreño. El autor, Miguel Huezo Mixco es un reconocido autor nacional que militó en las antiguas FPL que formaron parte del FMLN que libró la guerra, dentro del colectivo de la radio rebelde Farabundo Martí, por ello, no es ajeno el análisis que hace sobre el ejército partiendo de una visión sociológica.
El libro es desarrollado en seis capítulos, los cuales pretenden explicar, a lo largo de 296 páginas, las transformaciones principales que han sufrido las fuerzas armadas salvadoreñas desde el momento mismo de la independencia, el primero de ellos, al cual el autor afirma, se compone de ingredientes nacionales, anti-coloniales y anti-anexionistas, de un ejército de caudillos dispuesto a entrar en batallas y escaramuzas. Distinguiéndose éste por carecer de una carrera militar profesional.
El segundo ejército, al cual da el nombre de Ejército agrario por estar, según el autor en consonancia con los intereses de las élites dominantes de la sociedad agraria de ese momento pero dirigido por un gobierno autoritario de corte militar, cuyo génesis se encuentra en los años treintas con el ascenso al poder político del país del Gral. Hernández Martínez. El mismo que atravesará casi sin mayor modificación hasta los acuerdos de paz, firmados en 1992 y que darán paso al tercer ejército de la vida republicana del país. Ese, que en el momento de escribirse ésta obra, comenzaba a dibujarse entre muchos recelos y ansiedades.

Entre sus interesantes ideas sobre estos cambios y sus transfondos, el autor hace afirmaciones que considero equivocadas pero que continuamente repiten los escritores e intelectuales de izquierda sobre nuestro conflicto, por ejemplo, se refiere a la organización social ORDEN (Organización Democrática Nacionalista) como un instrumento paramilitar del Estado, olvidando que ORDEN nunca fue una estructura armada al servicio del gobierno, no carecía de una estructura cuasi-militar, ni estaba permanentemente conformada en estructura alguna. Es decir, no reune ninguno de los conceptos aceptados entonces, ni ahora para referirnos a ese tipo de grupos.
ORDEN fue más una organización formada con elementos que hubiesen prestado su servicio militar obligatorio, preferentemente o ciudadanos cuyo perfil de nacionalismo y cultura conservadora les volviera candidatos naturales para ser parte de éste movimiento. Sus funciones eran servir de contrabalance a la penetración de ideas no aceptadas por el régimen de turno, disputar enseñanzas calificadas de nocivas para la población, cuya ejecución se vio permeada por el anticomunismo que desde los EUA se enseñó a combatir como una medida para contrarrestar la penetración del castro-comunismo, victorioso en Cuba en 1959.
Con el aparecimiento de los grupos subversivos, fue obvio su utilidad como informantes. Sin embargo sus miembros nunca fueron encuadrados en grupos cuasi-militares (como lo serían los miembros del Servicio Territorial, que luego llegarían a constituir las Defensas Civiles), ni recibieron armas. Claro que como miembros de ORDEN, los que pudiesen tener las capacidades de comprarse armas de fuego (armas cortas sobre todo) eran ayudados a obtener rápidamente sus permisos de portación de armas de fuego.
Difiero además, de los contextos y el grado de profundidad en que ha dividido los grandes cambios que ha sufrido nuestro ejército. El ejército post colonial ya no fue el mismo que emergió del final de la guerra contra los filibusteros en Nicaragua, en 1857. Ese sería a mi juicio el segundo ejército de la república, ese que emergería con una nueva organización, un nuevo equipamiento, armas y una experiencia de combate.
Pero por otra parte, el autor ha sido el único, hasta ahora que se ha interiorizado en los aspecto sociológicos de nuestro ejército, de qué clase social provenían los soldados que combatieron en los campos de batalla hondureños en 1969, o los que combatieron en el conflicto interno de 20 largos años, hasta desembocar en los actuales voluntarios que integran el mismo. Una aproximación necesaria y que debe ser complementada por otros estudios. Ese y otros temas tocados por el autor merecen que éste libro sea parte importante en la biblioteca de todo estudioso de nuestro ejército por lo que se los recomiendo a todos.
Al final del mismo encontraran una selecta documentación que figura como anexos y que ayudaran a entender el análisis del autor y que sirven como fuentes bibliográficas de referencias para los estudiosos de nuestras guerras.

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