lunes, 21 de agosto de 2017

ESCRIBIENDO SOBRE LA GUERRA EL SALVADOR-HONDURAS DE 1969


Ésta ha sido una de mis más arduas tareas literarias, cómo afrontar una investigación de un tema tan polémico a ambos lados de la frontera, dónde encontrar las fuentes primarias y secundarias que posibilitaran un trabajo de éste calibre. Tuve que armarme de mucha paciencia y disponerme a seguir un camino que muchas veces encontré lleno de minas, desafíos y obstáculos.
Claro que cuando me preparaba para ser soldado, era ésta la guerra que tenía en mente y para la cual mi hermano y yo nos preparamos consiensudamente pero el destino giró la rueda y fue otra guerra la que tuve que pelear. Nunca deje de pensar en ella y el par de libros que había leído al respecto, LA GUERRA DE LAS 100 HORAS y LA GUARDIA NACIONAL EN CAMPAÑA dejaron en mí la honda impresión de querer saber más de ella. Cuando la guerra interna termino, llegué como profesor de Historia Militar al nuevo CODEM (Comando de Doctrina y Educación Militar), del que dependía la Escuela de Infantería "Gral. Manuel José Arce", escuela a la que llegaba.
Su entonces Director me llamo una tarde a su oficina y me preguntó si estaba dispuesto a asumir la cátedra de la guerra de 1969, me sentí honrado pero le pedí su apoyo en el sentido de tramitarme los permisos correspondientes en el EMCFA (Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada) y la FAS (Fuerza Aérea Salvadoreña) para permitirme hacer una investigación sobre el tema que me permitiera dar soporte a mis clases. De ésta manera inició mi investigación académica de uno de los hechos más trascendentales para Centroamérica.
Siempre me preguntan si ni me aburro de tanto escribir o cómo hago para estar horas y horas consultando libros en una biblioteca o viajando a entrevistar veteranos aún vivos de aquella contienda. He tenido la gracia de poder dedicarme a una de las cosas que más me gustan, la historia militar, para mí ya no es un trabajo, es una aventura que recorro de la memoria de otros soldados, de otros tiempos, de otras épocas. Así las cosas, estar horas leyendo un escrito sobre dicho conflicto despierta en mi mente el fuego del soldado que enfrentó los mismos avatares y que gracias a Dios, sobrevivió. Es una especie de catarsis al escuchar a esos veteranos contándome sus recuerdos, entrañados que un soldado más de su futuro, se interese por sus historias.
La etapa de la investigación es la más dura, ya que debo identificar y localizar a los veteranos de esa guerra, visitarlos y en un ambiente de camaradería, hablar y remontarnos a su recuerdos, unos muy claros y otros más difusos. Visitarlos me ha permitido atestiguar su generosidad, su humanidad y el regalo más hermosos de la vida, su amistad. Casi siempre una deliciosa comida, de esa con sabor a nuestra campiña, seguida del infantable refresco de época, seguido en las tardes de la aromática taza de café y la semita o quesadilla, la mayoría hecha en casa.
Sentados en esos amplios corredores, acompañados de las gallinas, patos y cerditos nos remontamos en el tiempo para arrancar unas vivencias que pronto partirán para no volver, cuando el cielo reclame sus almas, el silencio se hará en esos hogares, hogares que nunca podré olvidar por su sencillez, pero sobre todo, por su calor humano, su generosidad y el cariño fraternal. En ese sentido he sido muy afortunado, compartir esas historias me golpean el corazón y cada vez que las circunstancias económicas dificultan mi labor histórica, me impulsan a continuar, es un solemne compromiso que adquirí con ellos y no les puedo fallar.
Después son necesarias horas y horas en el computador, dando forma a la historia, cruzando la información, analizando las interrogantes que valen la pena responder, elaborar los mapas de las operaciones militares, consultar con otros expertos, leer todo lo que se pueda sobre el tema, en fin, horas de desvelos, de buscar ese formato entendible para todos, de una guerra corta pero intensa, cruel pero a la misma vez fascinante. Mi escritorio es un desastre de papeles amontonados donde se pueda, mapas tirados por doquier, grabaciones repetidas una y otra vez.
Es levantarme a medianoche porque un dato, un párrafo ha brotado en mi inquieta mente y debo escribirlo antes que la noche la confunda con la oscuridad y se pierda en el éter. Es dejar todo tirado por que mi hija quiere platicar con papá o hay deberes que hacer, ahí en ese momento, debo confesar, que abandono mi oficio de escritor, los momentos con mi hija no tienen precio. Andrea, esa jovencita que me ha acompañado en muchas de mis entrevistas y que con asombro escucha esas historias de guerra, hasta me sorprende cuando la veo viendo con mamá una película sobre el barón Rojo y me llama para preguntarme si son ciertas esas escenas que esta viendo.
Escribir sobre nuestras guerras no es una tarea fácil, hay que evadir campos minados, dejar las tentaciones de escribir con fines personales o institucionales que no premian la veracidad de los hechos si no la manipulación de la misma. Es enfrentar esos debates con el otro, con el que fue nuestro enemigo, entender su furibundo nacionalismo y encontrar la fortaleza para distanciarte de ello. No ha sido tarea fácil pero ha valido la pena, es un viaje que volvería a tomar y en el que mi hija ha sabido ser copiloto y motor de mi alma, mi alma de escritor.
Espero que 2018 sea el año que vea nacer mi trabajo y poder compartirlo con todos ustedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario