viernes, 21 de octubre de 2011

CAZADORES DE GUERRILLAS I




En diciembre de 1984, estábamos en Alegría, esperando los tan ansiados telegramas, que anunciarían nuestro ingreso a la Escuela Militar. Mi hermano y yo estábamos muy emocionados, cuando al fin llegaron los telegramas, no pude evitar un deje de decepción cuando leí que no estaba entre los que ingresarían en enero de 1985, tendría que esperar el ingreso de mediados de año, que ya se daba por sentado para volver a intentarlo.
Mientras esperaba el ingreso de junio de 1985 a la Escuela Militar, decidí no quedarme de brazos cruzados y buscar entrenamiento militar en algún cuartel. Hable con mi padre al respecto y me dijo que tenía un amigo en la Brigada de San Miguel, iría a hablar con él para ver si podía entrenarme con los soldados hasta junio. El amigo de mi padre era el  Capitán Navas Tenorio quien en esos días, era el D-4 (logística) de la brigada, este le mencionó a mi padre que pronto en enero, daría inicio un curso de cazadores para el batallón Cuscatlán y que él haría los arreglos necesarios para que me uniera a los nuevos reclutas.
Quedé asignado a la 2da. compañía del batallón Cuscatlán, bajo el mando del Teniente Hugo Saavedra Castro, entonces el comandante del batallón era el Capitán Almendáriz Rivas, ahora coronel y diputado de la Asamblea Legislativa, el comandante de la sección a la que estaba adscrito era el cadete Edgar Artiga.
El curso duraba 4 meses, incluía el adiestramiento básico para el soldado y la fase puramente del curso cazador. Los clases (oficiales no comisionados) de la compañía llevaban sobre sus cabezas la distintiva boina negra en cuyo ovalo central, algunos llevaban la insignia metálica de los cazadores, un machete y una daga entrecruzados; en el hombro izquierdo, el inconfundible parche rectangular en cuyo centro se encontraba una calavera. Eran las insignias que con orgullo levaban todos aquellos que aprobaban el curso de cazadores, y que ahora me disponía a ganar el derecho de portarlas.
El entrenamiento comenzaba muy temprano en la mañana, a las 4: 45 ya estábamos trotando, después gimnasia con o sin armas por una hora, luego nos llevaban a los baños que no era otra cosa que una gran pila de agua donde todos nos bañábamos utilizando cualquier cosa que estuviese a mano, por lo general un casco de acero.
Después nos cambiábamos y pasábamos rancho, a diferencia de la comida de los oficiales, la comida de los soldados era magra y escasa, generalmente los eternos frijoles (mañana y tarde) acompañados de huevos duros en la mañana y tomatada en la tarde, el almuerzo era a base de arroz con pollo o sopa de repollo con carne, todas las comida acompañadas de dos grandes tortillas, café o fresco o más bien agua escasamente endulzada y sin mayor sabor.
Después continuábamos con los entrenamientos, por etapas nos preparaban en el uso, arme y desarme de las diferentes armas y equipos que utilizaba una compañía de infantería: fusiles M-16, los lanzagranadas M-79 y M-203, las ametralladoras M-60, el FSR M-67 conocido como 90 y los radios PRC-77. Hacíamos prácticas con fuego verdadero en los polígonos de la brigada y ejercicios tácticos donde poníamos en práctica lo aprendido. Luego continuábamos con una fase de patrullaje donde practicábamos como organizar y el empleo de las diferentes clases de patrullas, algunas de las prácticas se hacían de noche con fuego real para acostumbrarnos al fragor del combate.
Después de las 9 de la noche nos dejaban libres y antes de acostarme siempre hacía unas 900 flexiones de piernas para endurecerlas y prepararme para la Escuela. El entrenamiento era agotador físicamente pero en general me sentí muy bien con mis nuevos camaradas. Entonces ser soldado estaba de moda y todos querían estar en la enorme base militar que era la Tercera Brigada.
Durante tres meses me entrené con estos nuevos soldados aprendiendo de ellos, quizás la lección más valiosa de mi vida: todos estaban dispuestos a defender al país, aun a costa de sus vidas y a seguir a líderes que dieran el ejemplo en combate, era todo un reto para un joven civil que pronto seria cadete.
La finalización del curso exigía la realización de una verdadera operación en el norte de San Miguel y sur de Morazán, ahí se condensaban los conocimientos adquiridos y los nuevos cazadores adquirían la confianza necesaria en sus nuevas destrezas.
Entre conversaciones en las horas de las comidas, siempre preguntaba por los inicios del batallón Cuscatlán, de las respuestas de los Clases, poco a poco fue emergiendo la historia de esta unidad que junto a otras dos similares comparten el honor de haber sido entrenadas por un selecto grupo de militares venezolanos que durante 1982, uno de los años más duros de la guerra para el ejército salvadoreño, llegaron a nuestro país para compartir su especialidad: eran cazadores de guerrilleros.


Los venezolanos
La victoria de Castro en 1959, alentó a los movimientos revolucionarios latinoamericanos a tomar la vía de las armas en sus luchas revolucionarias. La juventud social demócrata y comunista venezolanas, aburridas de las consignas y discursos vacíos de sus políticos, abrazaron el castrismo. Entre los más descollantes en sus inicios figuraban Douglas Bravo, Eloy Torres y Teodoro Petkoff. Entre 1961 y 1962, se trasladaron a La Habana un grupo aproximado de 200 marxistas venezolanos para ser instruidos en acciones clandestinas tipo comando y en tácticas de sabotaje y de guerrillas.
Con este contingente y nuevos reclutas se formarían las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). Fuerzas que se dislocaron en un componente urbano y otro rural; éste último afincado primordialmente en los estados de Falcón, Lara, Yaracuy y Miranda.
El 1 de noviembre de 1963, en la península de Paraguaná, en el Estado de Falcón, el ejército venezolano sorprende un desembarco oriundo en Cuba, decomisó un alijo de 3 toneladas de armas que incluían fusiles, fusiles ametralladores, ametralladoras, morteros y otras armas; días más tarde cae uno de los principales jefes guerrilleros con los planes del levantamiento urbano, el ejército logró desarticular a esta fuerza de manera fulminante.
Después del desembarco, llegó a Venezuela una misión militar norteamericana de Rangers y Boinas Verdes para entrenar al ejército en tácticas de contraguerrilla.
Esta misión implementó el clásico adiestramiento de los Ranger estadounidenses y sentó las bases para la formación de los primeros batallones de cazadores que serían la vanguardia de las fuerzas que atacarían a los insurgentes en sus bases de persistencia.
Fidel Castro se involucraría cada vez más en el apoyo militar a los marxistas venezolanos y a tal efecto enviaba nuevas partidas de armas para los rebeldes. El primer envío de este renovado compromiso, sería el desembarco combinado de cubanos y venezolanos en julio de 1965, con participación de Petkoff que auxiliado por un comando haría estallar valiosos oleoductos de la Gulf Oil, Mobil Oil, Texas Petroleum y la Socony Oil en la región oriental del país.
El 8 de mayo de 1967, el buque cubano Sierra Maestra zarpó del puerto de Santiago de Cuba, un grupo de guerrilleros venezolanos y cubanos, desembarcaron en las ensenadas de Venezuela, en un lugar entre Machurucuto y Jinarapo, en el estado de Miranda. El plan era establecer un foco en la serranía del Bachiller, pero informes de inteligencia frustraron el plan y el ejército logró detenerlos en pleno desembarco. La unidad encargada de hacer frente a la invasión era el batallón de cazadores Genaro Vásquez Nª 82.
En el operativo capturaron a los militares cubanos Antonio Briones Montoto, Manuel Gil y Pedro Cabrera, quien se suicidó en la prisión. Según el autor Norberto Fuentes, el propio general, Arnaldo Ochoa, un héroe de la revolución cubana, asesinado luego en 1989 por el propio Fidel Castro, participó del frustrado desembarco.
Según los datos históricos, la fuerza invasora estuvo conformada por unos 50-60 hombres, pero como eran combatientes altamente entrenados, según Fidel Castro, cada uno valía por cinco. El plan era establecer un foco guerrillero, un centro de adiestramiento y que cada hombre pudiese  desempeñarse  como un comandante de patrulla. Era necesario realizar entrenamientos masivos y a marcha forzada, a cada hombre le asignarían diez jóvenes insurgentes lo que daría como resultado 600 nuevos combatientes por cada curso de dos semanas que impartirían estos especialistas. El entrenamiento era básico pero efectivo: uso de armas ligeras, técnicas de emboscada, patrullaje, supervivencia y la elaboración de artefactos explosivos improvisados muy elementales.
El desembarco cubano en tierras venezolanas ha sido la única invasión que ha sufrido Venezuela de parte de una potencia extranjera. Derrotarla es una de las principales credenciales de los cazadores   venezolanos;   los mismos que en 1982 llegarían a El Salvador para adiestrar a las tropas salvadoreñas.

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