domingo, 29 de diciembre de 2019

LUCRECIA MOLINARI, ARGENTINA Y EL SALVADOR

Con este titulo genérico me referiré a la serie de investigaciones que la mencionada autora argentina ha publicado sobre la guerra en El Salvador, aunque trataré de desglosar mis comentarios sobre los que considero principales, ya que la mayoría son refritos de sus primeras investigaciones. Debo decir, que a través de los años he recibido a muchos investigadores extranjeros que estudian nuestro conflicto para ayudarlos y orientarlos sobre cómo localizar las fuentes pertinentes y Lucrecia Molinari, la autora en mención, fue una de dichas investigadoras. 
En un par de reuniones abordamos su fijación por encontrar documentos oficiales de la FAES que respaldaren su investigación sobre la doctrina represiva imperante en el FAES a inicios de los años sesentas, y por más que le expliqué que esas fuentes bibliográficas no existían, veo que al final continuo con su idea aunque esta no tuviera el respaldo correspondiente.
Nos volvimos a encontrar en el XII Congreso de Historia Centroamericana, que se realizo en el campus de la Universidad salvadoreña, donde presentó su trabajo, que luego detallaré. Al ser cuestionada, esta vez en publico, como es que una investigadora basa su tesis en una única fuente bibliográfica sobre el tema, respondió que no había encontrado más referencias pero que a su entender eran suficientes, aunque esa fuente no era primaria, es decir, la había sacado de otros estudio que la mencionaba.
Digo lo anterior porque no es por razones ideológicas o personales que he descartado sus estudios y publicaciones sobre El Salvador, sino a la precariedad de su sustento, los documentos citados y otras fuentes que no son primarias, so faltas de pertinencia al tema que estudia y son demasiado escasas para construir sobre ella, una investigación con rigor académico.
Comenzaré por el llamado DOCTRINA MILITAR, ESTRATEGIA REPRESIVA Y ACTUACIÓN DE LAS FF.AA. SALVADOREÑAS ANTE EL AUGE DE LA MOVILIZACIÓN SINDICAL (EL SALVADOR 1962-1972).
En este trabajo, la autora centra su investigación en una "revisión bibliográfica" preliminar, tendiente a dar cuenta de los principales elementos del marco doctrinario, la estrategia represiva y la actuación de la FFAA y los CUSEP en lo que respecta al manejo de la conflictividad sindical, entre 1962 y 1972. Una pretensión fallida, pues solo puede mencionar un artículo escrito por un profesor chileno que servía como profesor en la Escuela de Guerra (Hoy Escuela de Comando y Estado Mayor) en los años cincuenta. Una pobre base para sustentar una investigación.
Tomar como base, para construir una Doctrina Militar, en este caso de contrainsurgencia, solo un artículo escrito por un profesor invitado (también teníamos profesores invitados de Argentina y Brasil en el tiempo) es no entender que la formulación de una doctrina militar nueva, requiere de muchos documentos (si solo hablamos de la parte escrita), así tenemos los planes, las directivas, los manuales, etc. Sin ellos, es poco probable que hablemos de un cambio de doctrina, como la autora tan vehemente afirma.
Acudir a los gastados clichés de la izquierda para describir una doctrina de represión desde los años sesentas es perpetuar la mediocridad con que se han escritos esos estudios, creo que ya es tiempo que dejemos atrás la hipocresía y leguemos a nuestra sociedad escritos más objetivos sobre nuestras guerras.
La autora sigue afirmando que desde 1963 podemos detectar la instalación de un aparato represivo contra-insurgente en El Salvador a instancia de los EUA, pero no hay datos objetivos que sustenten dicha afirmación más que los concebidos escritos de la izquierda. Claramente se confunde con la reforma militar salvadoreña de los años sesentas, que bajo el marco del programa Alianza para el Progreso, del ex-presidente Kennedy se llevó a cabo en esos años y que fue hasta 1981, la más grande reforma militar salvadoreña.
Aunque el programa tenía una clara política de preparar a los ejércitos para luchar contra un nuevo enemigo, esta vez interno, las FFAA salvadoreñas no asumieron esta nueva doctrina como la principal para sus fuerzas. En realidad, la creación de nuevas unidades (batallones y compañías), organismos de inteligencia y la participación en maniobras regionales son parte de la preparación militar de cualquier ejército. Cuando estas transformaciones alcanzan a las principales unidades militares y su doctrina, reflejada en sus manuales, son orientadas a esta nueva forma de lucha, es que podemos decir que una institución castrense ha pasado de un concepto de guerra regular a uno de guerra Irregular.
Esto se dio en El Salvador a inicios de 1981, pero anteriormente, la FAES se negó a asumir este cambio, pues su atención estaba en la preparación de una guerra regular contra Honduras, que ya en 1965 comenzó a revelarse con una peligrosa amenaza. Pero la FAES sí aprovechó esta coyuntura para recibir el nuevo entrenamiento, la formación de nuevas unidades, algunas especializadas como la de paracaidistas y la de comandos, así como la creación de organismos de inteligencia que pudiesen procesar la información obtenida.
Otro error de la autora es confundir el entrenamiento que daban las organizaciones extremistas o subversivas en el continente con la brindada por los EUA en Panamá. Afirmar que el entrenamiento ideológico de los extremistas de izquierda era replicado por los EUA es no tener idea del entrenamiento de un ejercito regular. Para aquellos que hemos asistido a dichos entrenamientos, nada más alejado de la verdad, los EUA poseen un ejército profesional y su enseñanza se mantiene en altos estándares y hasta ahora, en 25 años de investigar nuestro conflicto, no he encontrado a algún cursante de estos entrenamientos que haya afirmado que recibió entrenamiento ideológico anticomunista como lo afirma la autora.
Sus otros trabajos siguen la tónica de este formato, repetir los clichés y abrumar con datos sin mayores bases de respaldo, al menos objetivas. Ella también se ha sumado a esa corriente sudamericana que trata de vincular la guerra en El Salvador con la guerra sucia que se libro en el cono sur, en sus escritos da por sentado que Argentina y El Salvador colaboraron en la persecución y asesinato de ciudadanos utilizando los escuadrones de la muerte como una política de Estado. Como siempre, sus afirmaciones no están respaldadas por fuentes objetivas.
En verdad es muy duro leer estas supuestas investigaciones porque se descubre el pobre rigor académico que las sustentan y el repetir a cada momento los clichés de una izquierda acostumbrada a que se le debe creer por que sí, nada más. Difícil de recomendar de leer algo como esto, pues a diferencia de otros escritos similares, no hay nada bueno que aprender.

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