domingo, 12 de agosto de 2018

TOBRUK: EL ASEDIO

La campaña africana durante la SGM ha sido una de mis lecturas preferidas, sobre todo los enfrentamientos entre carros de combate alemanes, ingleses e italianos pero de vez en cuando disfruto los encarnizados combates de la infantería que se dieron en aquel rincón del mundo. El asedio de Tobruk es uno de ellos. Son 159 páginas que nos llevan por uno de los combates más prolongados que se dieron en este teatro durante la SGM, fueron 242 días de un asedio infernal, en condiciones climáticas extremas y donde la vida del soldado se mostró miserable y extenuante. Sin embargo, el soldado, ese ser que es capaz de soportar los peores sufrimientos, de encontrar humor en su desgracia y de entregar todo, hasta su vida por sus camaradas, nos recuerda que la voluntad del ser humano es capaz de sobreponerse a cualquier sufrimiento.
No hay duda que el autor de esta obra nos sumerge en uno de los episodios más trascendentales de la campaña africana, en la que las estrellas no son los carros de combate y sus tripulaciones, si no la eterna y cansada infantería, esa de la hemos oído hablar con asombro de sus proezas y galardones. Allá, con el centinela en la gélida noche del desierto, o en asfixiante calor del día, mientras avanza, corre o se detiene por unos momentos para disfrutar de sus tesoros, esa lata de comida, el cigarrillo o el botín capturado al enemigo.
Le recuerda a uno, la camaradería en combate, en las trincheras del Cacahuatique, del Moscardón, de Guazapa y tantos lugares ensangrentados por el sacrificio de esa rara ave de la humanidad, el soldado de a pie. Tobruk es la suma de encuentros encarnizados entre las tropas alemanas que avanzaban victoriosas en su debut en el teatro norteafricano y las tropas australianas, polacas, checas y británicas que se les oponían. Aquí se pone de manifiesto la destreza de las patrullas, de los golpes de mano, del valor y la temeridad de unos hombres, a ambos lados de la trinchera, que nos recuerdan la entrega y el valor del soldado.

Mención aparte es el trabajo desarrollado por la artillería británica, cuyos operadores se mantuvieron al pie del cañón frente a la carga de los carros de combate alemanes, sacrificando sus posiciones para salvar a sus compañeros de la infantería. Le llenan a uno de admiración los duelos de los cañones antitanques contra los carros de combate, en uno y otro bando.
El autor no deja al azar y también nos regala los combates de una pequeña fuerza naval que mantuvo la delgada línea logística aliada en Tobruk al precio de muchas vidas y embarcaciones hundidas. Episodios de valentía que atestiguan el compañerismo de las armas en las luchas que enfrentaron, ya sea desde la cabina de una aeronave, la cubierta de una cañonera o a pie firme sobre la aren del desierto, estos hombres lucharon, murieron y sobrevivieron a un holocausto indescriptible. 
Barba Eléctrica, las Ratas del Desierto, El Zorro del desierto son nombres que se quedaron en nuestra alma de soldado al recorrer los párrafos de esta magnífica obra. Es una lectura que no debemos fallar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario