martes, 1 de mayo de 2018

PIEDRA, EDIFICANDO LA ESPERANZA, RESISTIR, DESARROLLARSE Y AVANZAR


Un interesante libro que se aleja de todo lo publicado por los excombatientes del FMLN y que he leído. Alejado de los dogmas Marxistas, el autor hace un verdadero esfuerzo por traernos la historia de una de las zonas de combate olvidadas de nuestro conflicto, esa área al norte de San Salvador y colindante con el cerro de Guazapa, que la guerrilla de las FPL conoció como Sub-zona Piedra. Un esfuerzo que vale la pena y ejemplo al cual debemos sumarnos aquellos que documentamos dicha guerra. Claro que mucha información sobre la FAES es un tanto errónea y muchas de sus acciones "militares" convenientemente olvidadas.
Quizás el aporte más importante del autor, es su definición clara y concluyente de lo que eran los grupos de población civil, que al principio de la guerra, se movilizaban con sus columnas armadas y que ellos llamaban "Masas": Eran grupos poblacionales, base de apoyo del FMLN en las zonas bajo dominio político-militar, quienes podían asumir tareas de ayuda a la guerrilla así como aportar combatientes. Eran porciones del pueblo organizado con el nivel de compromiso insurgente.


Es primera vez que un ex -jefe rebelde admite públicamente la vinculación orgánica de las "Masas" a su organización y claro, esto lleva al debate sobre si eran o no blancos legítimos del uso de la fuerza por las tropas gubernamentales salvadoreñas. Es un interesante y muy importante debate que aún no se ha dado entre los académicos e investigadores del conflicto. 
Lastimosamente también nos encontramos con los consabidos estribillos como el que los asesores militares estadounidenses dirigieron la guerra desde 1981 y que fueron ellos quienes concibieron las operaciones militares de "Tierra Arrasada", un concepto que no existe en los manuales de entrenamiento norteamericanos o salvadoreños; o aquella otra afirmación que la FAES intentaba matar a toda población simpatizante al FMLN o despoblar enteramente grandes zonas del país y reubicar a sus integrantes, según dice el autor, como una lección aprendida de la guerra de Vietnam por dichos asesores.
Este estribillo es arto repetitivo en la escritura referida a nuestra guerra y tiende a perpetuar una equivocación. En El Salvador, la evacuación de poblaciones y su asentamiento en enclaves protegidos por el ejército o las auto-defensas (Defensa Civil) no fue una táctica empleada como lo fuera en Guatemala y la Nicaragua Sandinista. Nunca se intento una táctica como esa o similar en las operaciones de pacificación, por el contrario la FAES animaba a la población a regresar a sus lugares de origen.
La desastrosa experiencia de los combatientes de las FPL de la Sub-zona Piedra, unos 500 mal armados y equipados, durante la fracasada Ofensiva Final del 10 de Enero de 1981, es una interesante descripción de lo mal preparados que estuvieron los rebeldes para acometer esta acción ofensiva y más importante aún, nos revela los grandes números de deserciones en estas unidades, una vez finalizada la ofensiva. Al decir del autor, solo les quedaron unos 30 combatientes, de los que 15 eran de la organización urbana.
Otro importante aporte del autor, en sus 4 grandes capítulos y 134 páginas, es la referente al detallado recuento del ataque a la pequeña población de Cinquera, en Mayo de 1983. Los diagramas que le acompañan ayudan a orientar al lector sobre la disposición de fuerzas, una soberbia y bien lograda descripción de los combates, poco común en obras de éste tipo escritas por sus antiguos compañeros de lucha. Lastimosamente al final, olvido agregar que de los miembros de la Defensa Civil capturados, 16 de ellos fueron ejecutados después de rendirse. 
El otro hecho descrito por el autor, es el error común de atribuir a la FAS el ataque con armas Químicas a los campamentos rebeldes, específicamente el uso del Fósforo Blanco y el Napalm. Como ya lo he descrito en alguno de mis libros, al principio de la guerra y no más allá de finales de 1981, la FAS utilizó en contadas operaciones (3 o 4) el uso de Napalm pero debido a los destructivos efectos del arma, se decidió abandonar su uso. 
Con el Fósforo Blanco es otra historia. cuando a principios de 1982 fueron entregados los aviones de reconocimiento Skymaster O-2, estas aeronaves tenían como función el señalar los blancos a ser bombardeados por los Caza-bombarderos A-37. Para señalar los blancos, estas aeronaves hacían uso de cohetes de humo basados en el fósforo blanco. De ahí que en muchas ocasiones, las quemaduras ocasionadas, cuando se alcanzaba a algún combatiente de la guerrilla, originaba su denuncia de estar siendo atacados por armas químicas, nada más alejado de la verdad.
Definitivamente es una obra que se debe leer y debe formar parte de nuestra extensa bibliografía de la guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario