lunes, 11 de diciembre de 2017

PEARL HARBOUR

 Ahora que se cumplieron los 76 años del ataque a la base naval norteamericana de Pearl Harbour, me pérmití leer el libro del Cnel. A. J. Barker, cuya obra es parte de aquella colección sobre el siglo de la violencia, de la editorial San Martín con la cual muchos de nosotros nos iniciamos en  la lectura de la Segunda Guerra Mundial. El libro del Cnel. Barker atrapa al lector desde el inicio, concediendo tinta a aquellos factores de la planificación y el ataque japonés que no estuvieron claros durante muchos años después de finalizada la SGM.
Escrita en 12 capítulos y 160 páginas, la obra está escrita en un lenguaje sencillo y claro, riguroso y metódico, el autor nos lleva por los intrincados caminos que siguió el Japón hasta su determinación de atacar a los EUA. Los principales objetivos japoneses eran la destrucción de los portaaviones y acorazados (entre otros) presentes en la principal base naval estadounidense del Pacífico. Aunque la guerra en el Pacífico estuvo determinada por el empleo del poder aéreo embarcado (portaaviones), lo cierto es que EUA los consideraba como buques de cobertura aérea para su flota de acorazados, es decir, en un papel puramente defensivo; mientras tanto, los japoneses los consideraban como armas ofensivas.


Esto explica en parte, la renuencia estadounidense a aceptar un ataque japones contra su base en las Hawai a pesar de los innumerables informes de inteligencia que así lo vaticinaban. Pese a que no existía una poderosa red de espionaje nipón en las Hawai, sus servicios diplomáticos y consulares fueron muy eficientes en la adquisición de datos sobre la disposición de los navíos y defensas norteamericanas en las islas.
No hay que olvidar que pese a estas circunstancias adversas, los norteamericanos poseían un servicio de interceptación de señales muy buenos y a través de ellos, lograron romper los códigos navales japoneses y poder anticipar sus acciones ofensivas. Por otro lado, la instalaciones de estaciones de radar en la propias islas, permitieron detectar con anticipación la aproximación de los aviones enemigos. Una última oportunidad se dio cuando un destructor hundió un submarino enano japones en la entrada de la base naval. Displicencia, abandono, incredulidad, todo se conjugó para la más colosal derrota estadounidense al principio de la SGM.
Otra parte del plan de ataque nipón establecía el uso de 21 submarinos de ataque, de la clase "I" y 5 mini-submarinos para rematar a los navíos alcanzados durante el ataque aéreo o hundir cualquier nave americana que entrara o intentara salir de la base naval. Esta parte del plan fue un completo fracaso y se saldo con el hundimiento de un submarino "I" y los 5 mini-submarinos. No hay duda que el plan de ataque era audaz y temerario en extremo, pero para el Almirante Yamamoto, quién lo ideó, era estrictamente necesario si iban a enfrentar a la mayor potencia industrial del mundo de aquel momento.
Al precio de 29 aeronaves y 185 hombres, la Marina Imperial japonesa asestó un duro y demoledor golpe a la marina de guerra norteamericana. Fueron hundidos 5 acorazados y 3 dañados; 3 cruceros dañados, 4 destructores dañados; 188 aviones destruidos, 159 averiados; 2403 muertos y 1178 heridos.
Excelente lectura para recordar una de las batallas decisivas de la Segunda Guerra Mundial. Como no podía ser de otro modo, tuve que ver la película Tora Tora Tora para estar más a tono con el ambiente de éste ataque.

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