Otro libro que me costó leer. Ya los años juegan en mi contra y no son muy dado a leer, de buena gana, ficciones que quieren hacer pasar por verdades históricas. En 119 páginas, divididas en siete capítulos, el autor, un piloto veterano de la Fuerza Aérea hondureña (FAH), nos lleva a revivir aquel julio de 1969, cuando El Salvador chocó contra Honduras en una cruenta guerra de tan sólo 120 horas. Aunque las nuevqs investigaciones publicadas sobre esta guerra, ya han desmentido una serie de "ficciones" sobre la misma que allende el río Goascorán, se han publicado de vez en cuando, siempre aparece alguna, que como buen investigador debo leer.
El libto en verdad no es una investigación, son las memorias del autor, que como piloto de la FAH voló uno de los dos T-28A disponibles. A pesar que es una nave de entrenamiento, fue utilizada para proteger la base principal de la FAH en Tegucigalpa. Es lo único bueno del libro, las vivencias del piloto, aunque matizada con muchas "ficciones". Su introducción comienz con un reconocimiento a las fuerzas militares salvadoreñas, a quienes califica de de un enemigo mejor entrenado, mejor equipado y mejor liderado.
Pero luego se desvía al afirmar que los problmas limítrofes de las fronteras de ambos paises desde el tiempo de la colonia, y las ambiciones de conquista de la clase dirigente en El Salvador, nos llevaron a es guerra. En ninguna parte de su obra, se hace mención a los miles de expulsados de territorio hondureño, que antes del 14 de julio de 1969, ya sumaban 90,000 expulsados y otros tantos miles encarcelados en campos de detención improvisdos. ese es el ´primer fallo de la obra, repetir los clichés de la propaganda hondureña, la que muchos escritores, quieren volver una realidad para encubrir los verdaderos motivos de la guerra.
luego esta la consabida acusación de que campesinos salvadoreños invadían el territorio hondureño para adueñarse de su tierra y efectuar labores de espionaje. Las típicas acusaciones de quinta columna que tanto afirmó la prensa catracha. Es más, el autor afirmá que para 1967, los salvadoreños ya se habían apoderado de 200 kilómetros de su territorio (cuanta desfachatez). Pero como siempre he dicho, todo libro trae algunas cosas interesantes.
Si lo que afirma el autor es cierto, sobre el aviso oportuno de los aviones salvadoreños (un C-47 y 4 Mustang) avanzando hacia Toncontín para atacarlo, queda comprobado entonces que el ataque salvadoreño a la capital hondureña no fue sorpresivo y que casi ninguna acción determinante fue tomada por la FAH para impedir tal aqtaque. Otra "equivocación" que los autores hondureños repiten desde 1969, es que en el segundo ataque salvadoreño sobre Toncontín, participaron dos aviones Mustang. Por demás esta decir que ya se comprobó por los historiadores, que solo 3 corsarios salbvadoreños participaron de este ataque, aunque 4 habían sido seleccionados para llevarlo a cabo, pero en el último instahte, el avión lider tubo problemas con su motor y tubo que abortar su misión.
Para finalizar, el autor acepta que para el 16 de julio, las existencias de bombas aéreas y cohetes estaban al mínimo en los almacenes de la FAH y que el resultado de su ataque a Ilopango, solo tuvo efectos mínimos al ser alcanzado solo un hangar. Los demás detalles se los dejo de lectura para que se animen a leer esta obra publicada en 2019. En estos días de lluvia, no hay nada mejor que hacer.