domingo, 25 de abril de 2021

HUELLAS DE LA MEMORIA: INVESTIGACIÓN DEL OPERATIVO MILITAR "TCNEL. MARIO AZENÓN PALMA" 1982

Pocas obras escritas por los organismos de Derechos Humanos simpatizantes de la izquierda valen la pena leerlos, la mayoría se circunscriben a la eterna criminalización de los ejércitos latinoamericanos en sus luchas de contrainsurgencia, pocos valen la pena. Pero aquí estamos en presencia de una obra, la primera que leo, en donde se ha hecho un esfuerzo científico para recrear una operación militar de contrainsurgencia.

El uso de técnicas de cartografía, levantamiento topográfico y de modernos equipos como los GPS le confieren una profundidad poco vista en este tipo de obras. Sin embargo, la falta de especialistas militares impidió el correcto análisis de los datos recabados y su evidente carga ideológica a favor de la izquierda echó a perder un esfuerzo tan importante para nuestra historia.

El libro comprende 379 páginas y 6 capítulos más una riqueza de anexos que incluyen documentos desclasificados de la inteligencia estadounidense. El uso de las referencias topográficas sitúa los hechos con una aproximación más real con la verdad histórica, el traslape de entrevistas con los hechos expuestos en las noticias de la época y los informes de inteligencia son un gran esfuerzo por acercarse a la realidad, esfuerzo que se hecha a perder por el desconocimiento de las operaciones militares, su planificación y su desarrollo.

El libro tiene tantos errores, equivocaciones y mentiras que solo me centraré en señalar algunos para que nuestros lectores adquieran la obra y saquen sus propias conclusiones. En primer lugar, la organización táctica y administrativa de la FAES esta equivocada y la ubicación de unidades militares  bajo el comando de las zonas militares, también esta herrado, por ejemplo, se menciona al Batallón Atlacatl como dependiente de la Ira. Brigada de Infantería, en la Primera Zona Militar, cuando se sabe que los  BIRI fueron unidades independientes adscritas al Estado Mayor General, en esa época.

Otro error evidente es el orden táctico de las unidades que participaron en dicha operación de contrainsurgencia, pues los términos Brigada o Batallón se utilizan relativamente, además, los efectivos consignados como participantes de la operación también son equivocados. Si bien las plantillas de los BIRI establecen unos efectivos entre los 1,000 y los 1,200 hombres, rara vez durante la guerra, estos efectivos estuvieron completos o fueron usados en una operación, el Atlacatl por ejemplo, utilizaba en sus operaciones Agrupaciones de 3 compañías con unos 420 efectivos cuando estas compañías estaban con sus efectivos completos.

Es muy evidente la intención de responsabilizar al Tcnel. Ochoa Pérez de los supuestos asesinatos de personas civiles en esta operación alegando que fue él quien la dirigió. Se utilizan informes de la inteligencia estadounidense para reforzar dicha conclusión. El problema aquí es que, para los especialistas en temas militares, se sabe que los oficiales asignados a las Planas Mayores o Estados Mayores de una unidad o de una operación militar en progreso, estos no tienen mando, la doctrina militar establece que son asesores del comandante de la operación, quién toma las decisiones sobre tal o cual cuestión.

El interés por culpar al Cnel. Ocho se explica por el odio que el movimiento insurgente le tiene a este oficial, pues fue el único, durante nuestro conflicto, que logro desterrarlos de un Departamento con mucha presencia e influencia de la guerrilla, esto sucedió en Cabañas, cuan él era su comandante en 1981. En el libro se insiste que él como Jefe del Estado Mayor de las unidades que participaron en dicha operación era el responsable de sus acciones y decisiones.

En este caso, el Jefe de la operación militar era el comandante de la 5ta. Brigada de Infantería con asiento en San Vicente, me parece que al estar muerto dicho oficial, los autores del libro se enfilan en el Cnel. Ochoa, aun vivo.

Aquí tengo que hacer un paréntesis y agregar que las torpes declaraciones dadas por el Vice-ministro de Defensa para explicar la falta de documentos sobre dicha operación de contrainsurgencia son totalmente descabelladas. Y no es que su explicación no tenga algo de realidad. 

En efecto, son los líderes de las pequeñas unidades de infantería los que se enfrentan a esta temporalidad de las acciones militares, y son ellos los que en un mapa dibujan sus ordenes (muchas veces cambiantes) para cumplir sus objetivos pero esta consignación temporal de las operaciones subsecuentes no explica que una operación militar tiene una ORDOP inicial y un informe final que están totalmente por escrito y de las cuales se envían varias copias a los organismos correspondientes. Así, estas nulas explicaciones solo vienen a arrojar confusión sobre el desarrollo de las operaciones de contrainsurgencia realizadas durante el pasado conflicto.

Para terminar, pretender que en una guerra, y sobre todo, en una guerra de contrainsurgencia no hayan muertos civiles, es desconocer por completo los efectos de una guerra de ese tipo, claro que si existieron abusos o crímenes de guerra, las autoridades civiles y militares de la época son culpables por no haber realizado las investigaciones pertinentes y darlas a conocer al público, uno ominoso error que les perseguirá hasta el fin de sus días.

Amigos lectores, es un libro que no se pueden perder.


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