viernes, 11 de septiembre de 2020

LA NOCHE ROJA: EL TRÁGICO FIN DE NICOLÁS II Y SU FAMILIA

Nunca había leído una descripción tan completa del horrendo crimen del Zar Nicolás II y su familia imperial, ni tampoco esperé que el escudo imperial del águila bicefala volvería a ondear en la Rusia actual. Cómo ha pasado el tiempo y uno sigue sobrecogido por aquellos eventos que solo presagiaron una horrible pesadilla para la humanidad. El terror rojo se esparció por la Rusia imperial desde aquel octubre de 1917 y amenazó al mundo libre por 70 años. Pues bien, el inicio de la tiranía roja comenzó con el crimen de la familia Romanov en la pequeña ciudad de los urales, Ekaterinenburg, donde se encontraban bajo arresto domiciliar. Presos del temor de que la familia imperial fuera rescatada por los rusos blancos, las autoridades rojas decidieron ejecutar a la familia imperial.

103 años han pasado desde aquel suceso y es hasta hoy que leo con detenimiento la saga de tan triste historia. en 310 páginas, el autor, que viajo al lugar de los hechos para investigar el magnicidio más famoso de la historia inicial de la rusia comunista, nos presenta un relato apasionante y lleno de tantos detalles. Como investigador de la historia militar me he identificado con tal esfuerzo y conozco de primera mano las dificultades que se pasan cuando se indaga en asuntos escabrosos o bochornosos.

Sin muchos preámbulos, el autor aborda el contexto en que el Zar Nicolás y su familia debieron cumplir su arresto domiciliario en Ekaterinenburg, en la casa Ipatiev, última residencia de la desdichada familia. Nos describe los días y noches de las 4 jóvenes hijas del Zar, su percepción de un triste final sin dejar de tener esperanzas, la agonía del único hijo varón del Zar, aumentada por la enfermedad que le aquejaba desde niño. Lo que no hay es una descripción de la personalidad del Zar y su esposa, de su triste y mal logrado gobierno, la persecución y el terror que bajo su régimen, campeo por toda Rusia.




No, solo la vaguedad de un Nicolás taciturno bajo el peso de las circunstancias, nada combativo y lleno de resignación, casi la visión de un cordero enviado al matadero, lo sabe pero no lo asume, en el ser humano siempre hay una tenue esperanza para todo.

La obra es sumamente detallada, incluye varios croquis de la casa de arresto y una serie de fotos sobre la familia, tomadas cuando ya estaban bajo arresto, no son inéditas pero es por primera vez que las veo. Me interesó sobre manera, el capítulo dedicado a los guardias de seguridad, los más cercanos a la familia. Su descripción no es diferente a la de otros seres en circunstancias similares, algunos embrutecidos por el poder, otros que debido a ese poder, dejaron aflorar sus sentimientos más oscuros y reprimidos, el aspecto mundano del trato a la mujer y la psiquis del comportamiento y arrepentimiento  o no, del crimen cometido.

El libro se publicó en 1928, y pese al tiempo transcurrido, aun mantiene la atención del lector y estruja el corazón conforme se introduce uno en la lectura de las vicisitudes de la familia Romanov. Lo que más me golpeo, fue el final. Desmembrar unos cuerpos inertes, destruirlos en ácido y luego quemar sus restos no es algo digno del ser humano y revuelve los sentidos del más fuerte. Pero la nota final no la escribieron los comisarios rojos, para su dolor, fue el hombre que puso fin a la tiranía del Partido comunista en la Rusia moderna, Boris Yeltzin, el que restauró el símbolo imperial del águila bicéfala como escudo de la nueva Rusia.

Es un libro que no se puede dejar de leer.

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