lunes, 15 de enero de 2018

BATALLAS NO CONTADAS: LA DERROTA MILITAR DEL M-19


Una obra escasa en nuestro medio, no por el tema sino por su valiosa enseñanza en el campo de la táctica y la estrategia militar, escrito de una manera amena, sencilla y el agregado de pequeños análisis a cada uno de los capítulos que hacen de éste libro una delicia de lectura. En la obra se condensan tantas enseñanzas de la contra-insurgencia exitosa que debería de ser de obligatorio estudio en nuestras escuelas militares. La obra de 283 páginas esta dividida en 32 capítulos y recogen la historia de los soldados que combatieron el desembarco de dos columnas guerrilleras adiestradas y pertrechadas por la Cuba de Fidel Castro, en aquel lejano Febrero de 1981, que prometía para los comunistas del M-19, el inicio de sus batallas finales contra el ejército colombiano y que, por el contrario, significó su propia derrota militar.
Quizás la frase más lapidaria y contundente que el autor escribe al principio de su obra sea "los grupos insurgentes en Colombia han desarrollado a lo largo de más 40 años diferentes estrategias para intentar tomar el poder por las armas. Fundamentalmente han tratado a través del ataque directo, la desmoralización a las fuerzas del Estado y a través de diversos medios la movilización de la población civil a su favor para así lograr una insurrección generalizada, sin haber podido lograr ninguno de sus objetivos ni al menos acercarse a tan difíciles propósitos".


Las FARC primero y luego el M-19 entendieron que organizar unidades guerrilleras fuertes con el suficiente poder de fuego para retar al ejército les permitiría inclinar la balanza a su favor y obtener la victoria, pero mientras las FARC lo veía como un proceso gradual de acumulación de poder, es decir en una Guerra Popular Prolongada, los del M-19 creyeron que podían saltarse ese proceso acumulativo y construir una fuerza militar capaz de retar y vencer al ejército. De éste somero análisis, sus dirigentes optaron por la organización, entrenamiento y apertrechamiento de dos columnas que desembarcadas en la costa pacífica del país, ayudaran a consolidar el Frente Sur del M-19 para después marchar victoriosamente a la capital.
Como fue de esperarse, tras éste esfuerzo estuvieron los cubanos, los que proporcionaron el entrenamiento, las armas y equipo para alrededor de unos 150 combatientes, así como sus contactos con el gobierno panameño o algunos de sus funcionarios que permitieran el paso por sus fronteras de los efectivos del M-19 y su abordaje en dos embarcaciones que los llevarían a sus puntos de desembarco finales. Desde éste punto, el desembarco, el autor deja entrever una serie de errores en la conducción estratégica del M-19 y las decisiones tácticas tomadas por el mando de cada columna en el terreno.
en la concepción estratégica del M-19, una serie de enfrentamientos cruentos y continuados en los cuales el ejército regular tendría muchas bajas e iría mermando su moral y su espíritu de lucha. En el nivel político el gobierno empieza a perder espacio de maniobra y si a ello se une un gran descontento de la población, la situación puede tornarse favorable  a los insurgentes (esto es lo que pasó en El Salvador en los años 1982-1983). Las áreas seleccionadas para los desembarcos por el M-19, partían de un supuesto trabajo de concientización o de esperanza de apoyo una vez comenzaran sus victorias, una endeble base que se tornaría crucial en su derrota, ya que fue la gente de estos lugares los que le proporcionaron información al ejército y le negaron casi todo apoyo en comida o la misma información a las guerrillas.
Otra circunstancia que me ha llamado poderosamente la atención, es el concepto de cerco que las guerrillas marxistas latinoamericanas reflejan en sus escritos. En ella dan a entender que los cercos militares ejecutados en su contra casi que son calcados de las guerras antiguas, en las que los sitios de un castillo o ciudad eran verdaderos cordones de tropas enemigas a su alrededor. En las guerras latinoamericanas de contra-insurgencia, las tropas regulares por lo general apenas alcanzaban a ubicar tropas en puestos de controles, alturas relevantes y otros similares que daban la idea de cerco pero que era utópica en realidad. Así fue en El Salvador cuando dirigentes como Marcial de las FPL hablaban de un cerco infernal de más de 12,000 soldados en octubre de 1981, o de Ramiro Vasquez, cuando menciona en sus memorias que junto a 40 guerrilleros de la FAL fue cercado por 4,000 soldados en las faldas del cerro Conchagua y así por el estilo.
Amigo lector, éste es una obra que no debe faltar en su biblioteca, cada capítulo es una riqueza de enseñanzas para los que estamos interesados en aprender de nuestras guerras.

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