He leído un nuevo trabajo sobre la guerra salvadoreña, centrado en una de sus operaciones poco conocida, me refiero a la Operación Fénix, realizada en enero de 1986. Creí sinceramente que la autora, al recibir un amplio apoyo en el país, incluido el nuestro, arrojaría luz sobre una de las operaciones COIN más importantes y exitosa realizadas por la FAES, pero he quedado hondamente decepcionado.
Estudié formalmente 4 años en la
Escuela Militar salvadoreña, fui entrenado en dos cursos en los EUA, y fui
instructor en muchos cursos de contrainsurgencia o de combate durante
1985-1992, así como oficial de entrenamiento en el Batallón Atlacatl y nunca
recibí o impartí entrenamiento que tuviese que ver con “terrorismo de Estado”
como asegura la autora, Shaiene de Carvalho Silva en
las primeras páginas de su trabajo refiriéndose al entrenamiento de los
estadounidenses a nuestro ejército. Creo que limitarnos a repetir lo que ya se
ha escrito sobre la guerra salvadoreña desde la óptica de los grupos armados
ilegales marxistas, no aporta nada nuevo al debate sobre dicho conflicto.
Los autores sudamericanos siguen
afirmando, nuestra autora se suma a esa corriente, que la FAES utilizó bombas
de Napalm y fosforo blanco en sus operaciones COIN. Ya he afirmado en mis
estudios, que sólo hubo tres operaciones en las que se usaron bombas de Napalm,
dos de las cuales he documentado y la tercera, hasta ahora desconocida.
En cuanto al uso de fosforo
blanco, las aeronaves de reconocimiento de la FAS utilizaban cohetes de 2.75”
para marcar las posiciones enemigas a ser atacadas. Estos cohetes contenían
fosforo blanco que emite una humareda más densa y blanca, ideal para ser divisada
por los pilotos de caza. Pero de eso a afirmar que se usaron bombas de fosforo
blanco, es afirmar datos sin mayor investigación y una falta de conocimiento técnico
evidente.
Otra
afirmación recurrente en éste trabajo, es la afirmación que el Batallón Atlacatl
fue entrenado en Panamá (Escuela de las Américas) y en los EUA (Fort Benning).
Está bien documentado que dicha unidad fue entrenada en suelo patrio, en las
instalaciones que después serían su cuartel general, en el Sitio del Niño.
Además,
repite lo que otros han escrito, sobre que la base aérea de Palmerona en
Honduras sirvió para entrenar a los militares y escuadrones de la muerte
salvadoreños. Debo decir que los salvadoreños del ejército Nacional fueron
entrenados en el CREM, en la costa Atlántica hondureña (hasta 1984, fecha en
que dicho centro fue cerrado).
Otra
evidente falta de investigación, es su afirmación, que viene de otra
sudamericana de la que ya hemos hablado en este Blog (Lucresia Molinari), sobre
el supuesto incremento de los contactos salvadoreños y argentinos después del
Golpe de Estado del 15 de octubre de 1979. Basada esta afirmación en la llegada
a Argentina del Secretario de Comunicaciones salvadoreño, Cnel. Flores Lima a
la Argentina quién apoyaba una postura más dura contra la subversión. Se les
olvidó a estos autores que luego del Golpe, Flores Lima fue destituido de su
cargo y enviado como agregado militar a otro país. Y que la Primera Junta
Revolucionaria de Gobierno no fue muy receptiva de los ofrecimientos de ayuda
militar Argentina, de la que, en principio solo se aceptó la de enviar
oficiales a entrenarse en sus escuelas militares.
Luego
afirma que las masacres en El Salvador comenzaron a disminuir en el país como
consecuencia del retiro de los asesores argentinos debido a la guerra de las
Malvinas en 1982. Esta disminución de las acusaciones del maltrato a la
población civil, es consecuencia lógica del programa de educación creado por
los asesores norteamericanos y la separación, procesamiento y encarcelamiento
de miembros de la FAES que participaron de ellos, como ya lo he publicado en
mis investigaciones.
En
la misma tónica esta la afirmación utilizada en su investigación, por un ex–guerrillero
de la RN, quién afirma que, de 1983 hacia atrás, los supuestos asesores
argentinos y chilenos conducían la guerra de contrainsurgencia. De dónde sacan
u obtiene tantas mentiras, no lo sé. Repito, aquí nunca tuvimos oficiales
argentinos o chilenos como asesores. Si tuvimos una misión de chilenos como
profesores en la Escuela de Comando y Estado Mayor (anterior CEFA).
Pero
la afirmación que más me intriga, de la autora, es “Fénix en su versión
salvadoreña”. A la cual llama así porque sus antecedentes fueron forjados en
otros puntos del mundo, entre ellos la guerra de Vietnam y se extendió por toda
CA y cristalizó en El Salvador. Estas afirmaciones están mezcladas con su
descripción del terrorismo de Estado practicado supuestamente en la operación
Fénix salvadoreña:
“La implementación de la Operación Fénix resulta en lo que se denomina
Terrorismo de Estado, por las características que lo componen, como las
acciones de los agentes. Los funcionarios estatales que actúan de manera
encubierta practican lo que se denomina “Guerra Sucia”, sin respetar ningún
principio de derechos nacionales constitucionalmente establecidos o por
tratados internacionales de guerra, ni la preservación de la dignidad humana.”
La base de sus afirmaciones son
lo que ya conocemos que se ha escrito sobre el conflicto salvadoreño por la
izquierda marxista, no hay nada nuevo aportada por la autora. Una gran pérdida
de tiempo y recursos, pues tuvo la oportunidad de arrojar luz sobre una
operación militar envuelta en la neblina y desconocida hasta hoy.
El
capítulo más importante (al menos así lo esperaba) del trabajo de la autora es
el referido a entender el Modus Operandi de la operación Fénix en El Salvador.
Estableciendo el camino y transformación de las mismas desde las guerras en
Vietnam y Argelia, sus tácticas y estrategias, ahora perfeccionadas y
consolidadas como un nuevo programa para combatir la insurgencia salvadoreña.
Pero,
no encontré nada de eso en dicho capítulo, solo referencias a Fénix en Vietnam
y la guerra urbana en Argelia con los franceses. La poca descripción de la
Fénix salvadoreña se limita a describir un documento sobre las operaciones
psicológicas y de acción cívica-militar implementadas por los salvadoreños en
el país, sin referirse en particular a la operación Fénix. Es decir, a partir
de generalidades, la autora quiere reconstruir una operación militar, la más
grande intentada por la FAES en 1986, que finalizó en 1987 con una victoria
militar. Nada de lo cual cuenta la autora, el desarrollo de los eventos, las
acciones militares, el tipo de operaciones realizadas, y un largo etc., etc.,
están ausentes.
Lastimosamente,
no hay nada que nos describa en detalle y profundidad la operación Fénix, creo
que tendremos que esperar varios años para que se publique tal recuento. Es una
lástima ya que la autora tuvo acceso privilegiado a documentos y entrevistas de
combatientes y militares que le dieron la oportunidad de hacer una verdadera
investigación y no solo refrendar o repetir los discursos de la izquierda
marxista.
Y
para colmo, afirma que una de las similitudes de Fénix en Vietnam con Fénix El
Salvador es la organización de las patrullas de reconocimiento de Alcance Largo
(PRAL) salvadoreñas como las Unidades de Reconocimiento de Provincia (PRU)
vietnamitas. Que error, confundir una unidad de acción estratégica como la PRAL
con las unidades de reconocimiento de nivel de Provincia en Vietnam, que cuando
mucho pueden se catalogadas como tácticas o de nivel operativo (como las
unidades de RECONDO en las brigadas y destacamentos de la FAES). No hay duda
que, pese al apoyo provista en su investigación, continúo repitiendo los
clichés de la izquierda.
Amigos,
si traen una concepción de nuestra guerra y solo buscan información para
corroborar sus puntos de vista, como ha hecho la autora en cuestión, solo dejan
un rastro de manipulación y odio, un sin sentido que deberíamos dejar a un lado
para arrojar luz en uno de los conflictos más prolongados y sangrientos que vivió
nuestro continente.
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