jueves, 20 de noviembre de 2025

"Comparative Counterinsurgency Strategies: Guatemala and El Salvador

 

Este artículo es sumamente interesante, pues hace público uno de los análisis más completos (aunque algo erróneo) sobre la contrainsurgencia en El Salvador y Guatemala que he leído hasta ahora, su autor, un reputado oficial de los Boinas Verdes estadounidenses lo hizo en 1989 y hasta el día de hoy sigue siendo estudiado y citado por muchos historiadores y académicos, no concuerdo con algunas de sus conclusiones por las siguientes razones.

El autor hace una comparación sobre el Manual Individual del Soldado en los ejércitos de El Salvador y Guatemala:

“En el Manual Individual del Soldado del Ejército de Guatemala, las primeras diecisiete páginas se dedican a la apariencia personal, la cortesía y las relaciones respetuosas con la población. El manual está escrito en formato de cómic, con excelentes ilustraciones que dan vida a los principios de la conducta militar apropiada. El ejército salvadoreño, si bien no se opone a estos principios, no enfatiza ni supervisa su implementación. El Manual del Soldado Salvadoreño es una adaptación del modelo estadounidense que se centra mucho más en las tareas técnicas del soldado. Los soldados estadounidenses se entrenan para misiones convencionales prácticamente aislados de la población civil, y se presta poca atención a las relaciones cívico-militares para el soldado individual”.

La diferencia doctrinaria (los manuales en uso) no deviene de la diferencia de empleo de sus fundamentos tácticos por las tropas, sino que dicha doctrina esta condicionada por la naturaleza de la amenaza, mientras en Guatemala la guerrilla fue incapaz de disputar el poder al ejército, en El Salvador el aparato militar insurgente casi vence al ejército salvadoreño hacia 1983. Entonces, los militares guatemaltecos tenían la urgencia de evitar el apoyo de la población a las guerrillas, esta era su principal misión, de ahí que las operaciones psicológicas y de acción cívica fueran más urgentes de aplicar. En El Salvador por otro lado, el ejército debió enfrentar un aparato militar cuasi-militar de las guerrillas, las que formaron unidades de nivel Brigada y Batallón. Por ende, la misión principal de los salvadoreños era combatir estas formaciones, ello privilegiaba el entrenamiento de combate.

Otra afirmación del autor nos confronta con la doctrina de la conducta militar de los oficiales sobre sus tropas, una afirmación que aún no encuentro su asidero real:

“Las diferencias en la conducta militar también reflejan las variaciones en el concepto y la tradición de liderazgo en ambos países. En el ejército salvadoreño, el liderazgo se manifiesta a menudo demostrando autoridad sobre los subordinados, con escaso énfasis en las medidas correctivas. Los guatemaltecos tienen un concepto de liderazgo más avanzado, claramente diferenciado por el término que utilizan para describir su estilo de liderazgo: «cariño». «Cariño» es una palabra española que significa afecto, normalmente asociada al cariño que una madre muestra a su hijo. Sin embargo, como bien sabe cualquier buen padre, el amor debe ir acompañado de una disciplina firme, autoritaria pero justa. El ejército guatemalteco se enorgullece del cuidado que brinda a sus soldados, pero tampoco escatima esfuerzos para mantener una disciplina estricta. Esta forma de liderazgo, que combina el cuidado y la disciplina firme, es clave para construir instituciones militares eficaces”.

Esta es una afirmación muy debatible y cuestionada, mi experiencia como oficial del ejército salvadoreño contradice esta afirmación. Como en Vietnam antes, los estadounidenses cuidaron de enseñar a sus alumnos salvadoreños la importancia de cuidar del bienestar del soldado, involucrando al oficial en su cuidado personal, sanitario y de formación profesional (selección para cursos). La corrección de conductas negligentes o de apatía era parte de la formación salvadoreña desde mucho antes de la llegada de los estadounidenses, comenzó con la adopción de la doctrina Prusiana a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, me atrevería a decir, que era mucho más exigente que la implementada por los guatemaltecos.

El autor comprende con claridad las diferencias en los planes contrainsurgentes de ambos ejércitos, pero define su eficacia a partir de preceptos de empleo erróneos:

“Las fuerzas armadas guatemaltecas han tomado decisiones difíciles al diseñar una estrategia y destinar recursos, tanto de personal como de equipo, a los componentes blandos de una estrategia de contrainsurgencia. La acción cívica, la defensa civil y las operaciones psicológicas son los principales instrumentos de su estrategia. Las operaciones de combate de pequeñas unidades y la recopilación de inteligencia han apoyado el plan general. Las fuerzas armadas guatemaltecas han demostrado continuamente comprender la naturaleza política de la guerra de contrainsurgencia”.

Otra vez, esta afirmación no toma en cuenta que la amenaza insurgente salvadoreña entre 1981 y 1985 se combatió entre las unidades sumamente móviles de las guerrillas a nivel Brigada y batallón que a su vez demandó una continua operatividad del ejército a nivel táctico y operativo, a diferencia de los guatemaltecos que, con las escasas fuerzas rebeldes, volvieron su atención a los aspectos de prevención (o llamado también ganarse los corazones y mentes de la población). De nuevo, las diferencias no son de estrategias, sino de respuesta a la mayor amenaza para los gobiernos. Por esa razón, los equipos de asistencia militar estadounidenses en El Salvador, entre 1981 y 1986 se destinaron a suplir prioritariamente necesidades de combate.

La estrategia salvadoreña se basó en una potencia de fuego abrumadora y la maniobra de las unidades de combate con fuerte respaldo de la aviación de combate y del fuego de la artillería. Por su parte los guatemaltecos se centraron en los aspectos blandos de las operaciones de contrainsurgencia (La acción cívica, la defensa civil y las operaciones psicológicas), pues la amenaza de la guerrilla era mínima.


Los aspectos de inteligencia también son criticados por el autor:

“La rotación constante de estas unidades, prácticamente sin solapamiento, impide el establecimiento de vínculos estrechos con la población local y un conocimiento preciso de la situación del enemigo en la región. Las redes formales de inteligencia son prácticamente inexistentes, y las informales, establecidas por los sucesivos comandantes, no se transfieren formalmente al comandante entrante. Con frecuencia, el nuevo comandante comienza de cero en el establecimiento de sus propias redes”.

Es claro que los batallones de infantería desplegados en las brigadas y destacamentos militares por los salvadoreños, tenían recursos limitados para ejecutar operaciones de inteligencia (como establecer redes clandestinas de espionaje, etc.), operaciones psicológicas y de Acción Cívica, pero estas funciones y misiones eran suplidas o complementadas con los recursos de los estados mayores de Brigada y Destacamentos. Hasta 1986, la movilidad en tierra y sobre todo en el aire fue lo que determinó la derrota de las grandes unidades de la guerrilla y su vuelta a la fase de pequeño grupos o células a partir de 1986. Este hecho refrendó lo acertado de la táctica y estrategia salvadoreña. Mientras que los guatemaltecos nunca se enfrentaron a este tipo de desafío, su Plan de contrainsurgencia se vio plagado de acusaciones de abuso a la población indígena.

El autor también establece las diferencias en la formación y utilización de las Defensas Civiles en sus respectivos planes de campaña. Si es cierto que el sistema guatemalteco fue mucho más exitoso que el salvadoreño, ello por su implementación masiva (de aspecto obligatorio), mientras que los salvadoreños lo establecieron de forma voluntaria. En lo que se equivoca el autor es al afirmar que la Defensa Civil salvadoreña fue desmovilizada en 1979 (claramente confunde a la DC con la otrora ORDEN-Organización Democrática Nacionalista), lo que si es cierto es que hasta 1981, se crearon lo que se conocería como Defensa Civil (armada), lo que existió anteriormente fueron las llamadas patrullas cantonales (desarmadas y que prestaban servicios de orden público y de forma rotativa). La Defensa Civil salvadoreña se integró en las operaciones COIN del ejército, principalmente como exploradores y agentes de información, como también lo hicieron los guatemaltecos. En 1983, los estadounidenses ayudaron a formar una escuela para la Defensa Civil que ayudó a profesionalizar más a este cuerpo paramilitar.

Por último, me referiré a la afirmación del autor de que los salvadoreños nunca movilizaron sus reservas durante la guerra, a diferencia de Guatemala que lo hice una vez en 1983. Pues bien, lo cierto es que El Salvador movilizó sus reservas a principios de 1982, en preparación para la campaña insurgente para boicotear las elecciones de la Constituyente de ese año y durante diciembre de 1989 se movilizaron las reservas por seis meses para completar los efectivos militares diezmados tras la ofensiva hasta El Tope de la insurgencia en noviembre de ese año.

En conclusión, la diferencia entre las estrategias de contrainsurgencia entre ambos ejércitos deviene más del tipo de amenaza enfrentada que a una diferencia de conceptos aplicados. En verdad es un artículo que todo estudioso de la contrainsurgencia debe leer.